¿Hermandad?
A mis hijos: Nerio y Miguel y mi autoproclamado adoptado: Carlos Arévalo
(Y con afecto a los gallardos/as jóvenes zulianos/as que dieron brillo al I Moot Panamericano en Cochabamba, Bolivia)
Soy Scout. Lo he sido por 2/3 de mi existencia. He dedicado más tiempo al escultismo que a cualquier otra actividad o pasatiempo en mi vida. He sido scout de tropa, rover y dirigente.
El escultismo me ha marcado de tal forma que no puedo concebir el mundo sino a través de los valores que he adquirido en este movimiento. Soy conocido por ser moralmente sólido, éticamente inflexible, legalmente justo. Si me parara en una regla, yo estaría en todo el medio.
No soy el único que ha recibido dones del escultismo: se dice que unos 300 millones de seres humanos en los últimos 100 años de historia también lo han hecho. Eso es poco para transformar el mundo, pero suficiente para comenzar y sostener un cambio para mejorar una sociedad y crear conciencia de amor al prójimo: un árbol de cien metros comienza como una semilla de pocos centímetros.
Como scout de corazón, defenderé el movimiento, sus principios e ideales mientras se mantengan con el mismo enfoque humanista con que los ideó el fundador, Robert Baden-Powell. De otra forma, siempre me opondré a cualquier cosa que aparente ser escultismo sin realmente serlo.
Pero como bendición y maldición de este movimiento, tenemos una organización mas allá del grupo Scout, dirigida las más de las veces por un monto de imbéciles que creen ser scouts sólo por portar el uniforme y cuya única función en la vida pareciera ser la destrucción sistemática de un esfuerzo sostenido por más de un siglo; pseudo-dirigentes que roban, conspiran, siembran intriga y odio, desvirtúan, desinforman y políticamente matan a quienes tengan buenas intenciones, todo en nombre del escultismo.
Algunas veces esos pseudo-dirigentes conspiran contra los mismo jóvenes que deben educar, tratando de eliminar a aquellos que por naturaleza del movimiento se han convertido en líderes capaces de discernir el bien del mal y dispuestos a defender la equidad y justicia entre sus pares.
Honestamente, poco me importaría lo que esos patanes hacen y han hecho, pues siempre he creído que una unidad scout puede proteger a sus miembros si se aísla, controlando efectivamente las relaciones con otras similares. Sin embargo, los patancitos de oficio atentaron contra la integridad moral de mis muchachos.
Y en el Paola, Carlos Castro es una perra parida cuando le tocan un cachorro, y la pluma sus más certeros dientes.
Antes del Moot de Bolivia, tres de nuestros jóvenes fueron acusados sin pruebas y sin proceso alguno de violar las inexistentes reglas de un reconocido campo escuela. La sentencia in absentia y sin derecho a la defensa o el debido proceso fue desproporcionada: la exclusión del evento.
No hubo investigación. No hubo audiencias. No hubo consejos.
Nada.
Un patán, asesorado por sus secuaces patancitos tomó la más estúpida decisión que alguien ha tomado desde que Pedro el Breve decidiera borrar de un plumazo lo que un país entero había decidido en consultas.
Gracias a las amistades que existen en el movimiento, logramos enterarnos una semana antes de que se nos diera oficialmente la sentencia, la cual reposaba en formato electrónico en el buzón del Comisionado Regional.
La versión oficial dice que Carlos Peña, adulto, miembro del Consejo de Grupo del Paola Prince, había sido sorprendido ingiriendo licor en la cueva de nuestro clan, pero en solitario, sin nadie que le acompañara. Se le informó que había violado el reglamento y que debía abandonar el sitio a la mañana siguiente, lo cual le pareció sensato, pues sabía lo que había hecho. Minutos después llegaron Nerio y Miguel de sus respectivas actividades y mucho tiempo después Carlos Arévalo, el Bolo, el sospechoso habitual, regresaba de una actividad espiritual y en la cual se había convertido en la bandera para una actividad a ser ejecutada en Bolivia.
La acusación: beber licor en Paramacay. La increíble sentencia: Carlos Arévalo, Miguel Pirela y Nerio Ojeda quedan excluidos del evento. Carlos Peña es inocente.
Parte de la acusación venia de nuestra Scouter Sally Ahing, quien inocentemente se había dejado convencer de que Miguel, Nerio y Carlos Arévalo habían sido sorprendidos in fraganti. Sally defendió duramente su posición en el Consejo de Grupo porque uno de los acusados tenía una pequeña deuda pendiente con ella y allí podía ese joven aprender una lección –al más genuino estilo de Carlos Castro en sus tiempos de alma despiadada—.
Irónicamente, Sally era la única que podía ayudarnos a hacer un contacto para apelar la sentencia, pues conocía al tribunal de un solo hombre que sentenció a nuestros jóvenes.
Además, Sally es miembro del Equipo Regional, cargo que está exactamente cientos de escalones por debajo de sus deberes como jefa de clan del Paola Prince, pues el primero es un cargo eminentemente político, mientras que el segundo es de vocación, de simple y puro amor por la juventud venezolana. Como miembro del Consejo de Grupo, aceptó gustosamente colaborar para ayudar a los sentenciados (aunque eso fuese en dirección opuesta a el saldo de la deuda pendiente), mientras que yo me encargaría de buscar otras verdades, aparte de la versión oficial.
Para conseguir la verdad, sólo tenía que utilizar mi ascendencia sobre dos de los tres acusados (fueron mis scouts en la tropa) y esperar que el tercero colaborase conmigo por el respeto que recientemente había demostrado hacia mi persona.
Todas las versiones de las personas involucradas coincidieron: los sospechosos habituales estaban fuera del lugar de los hechos y efectivamente estaban haciendo actividades con sus pares.
El Comisionado Regional, como ente neutral en este asunto, abogo fuertemente para que se levantara la injusta sanción, hasta el punto de ir hasta el local del grupo y entrevistarse personalmente con los jóvenes involucrados. Ese mismo día elevo sus conclusiones hasta el tribunal de un solo hombre y los muchachos fueron absueltos, no sin antes pedirles que cumplieran una labor social sin supervisión, pues ya este mismo clan había quedado mal ante la ASV al reclamar justamente sus derechos como jóvenes, cuando en el moot nacional algún mente estrecha e ignorante de la logística y la planificación, decidió quitarle un día al evento y con ello un sexto del dinero de todos los jóvenes, lo que a mi juicio es un simple y vulgar robo. Tanto protestaron nuestros jóvenes en aquella oportunidad que terminaron dándoles unas camisas para paliar un poco su sed de justicia; sin embargo, quedaron marcados para toda la vida, no como los extraordinarios líderes que son, capaces de mover masas, sino como revoltosos que pelean sin razón alguna.
Y he allí una gran diferencia entre el escultismo de verdad y lo que hay mas allá del grupo: en la unidad scout hacemos líderes; en las esferas políticas de la asociación, idiotas.
Quienes asistieron al moot de Bolivia y para los que seguimos las incidencias por notas de prensa o contactos con los participantes, Carlos Arévalo, Miguel y Nerio (junto con otros brillantes jóvenes zulianos) son historia: salieron reseñados en las notas de prensa de la delegación venezolana, en el periódico del evento y en los videos en la Internet. Sin ellos, la delegación venezolana hubiese sido tan brillante como las estrellas en una noche nublada; con ellos, nuestra delegación fue la nube que opacó las otras estrellas. Si alguien quiere constatar esto, pregunte por los venezolanos de los tambores en cualquier foro sobre el moot (la respuesta quizás sea una exagerada nota de alegría).
La actuación de nuestros jóvenes fue tan contundente y positiva para la imagen venezolana, que ellos prácticamente fueron el espíritu del evento.
¡Que alegría! ¡Cuantas emociones! ¡Valió la pena defenderlos del ignorante ogro que los sentenció!
Nuestra ASV debe preocuparse por nombrar a personas idóneas para cargos tan importantes como jefes de delegación, pues por la aberrada sentencia de uno de ellos, Venezuela pudo haberse quedado como una gotita de agua más en el océano del moot panamericano.
Gracias al Comisionado Regional y la Scouter Sally se hicieron las gestiones a tiempo para no robarle a la delegación venezolana la oportunidad de brillar como jamás lo hubiese hecho sin nuestros adorables sospechosos habituales.
Me imagino que si el tribunal de un solo hombre hubiese sido el juez musical de la historia, hubiera botado a Bach, Mozart y Beethoven de sus respectivas escuelas porque «esos chamos no tenían talento».
Aquí somos todos hermanos, pero el que atentó contra mis muchachos, bueno, perdónenlo, ese es mi hermano que nació imbécil y los políticos ineptos lo pusieron adonde está.